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Ausencia de notación y representación abstracta

El análisis musical, tal como lo conocemos, es un producto del siglo XIX y la representación abstracta de la música (partituras o equivalentes) es un pre-requisito analítico incluso más antiguo. Bennett y Camilleri sugieren que no existen herramientas analíticas o un vocabulario analítico para la música electroacústica, dado que ésta en general ni siquiera posee una representación de este tipo [3] [7].

La dificultad para pensar en términos abstractos acerca de la música electroacústica y la falta de un vocabulario adecuado hacen muy difícil la concepción de modelos analíticos que tengan una validez más allá de las experiencias personales del compositor o auditor. La música electroacústica existe sólo como sonido, existe sólo en el presente y al no tener una representación gráfica, no tiene un pasado. Desde un punto de vista analítico, una partitura o una representación gráfica de otro tipo nos permite detener el tiempo y formarnos una idea del discurso temporal de la música sin tener que lidiar con la urgencia del tiempo mismo. Una partitura no es la música en sí, sino sólo una intermediaria, una representación, cuyas características nos permiten pensar acerca de la música que representa.

La notación tiene dos grandes propósitos en la música de arte occidental [44]. Puede prescribir las acciones de los ejecutantes, actuando como un conjunto de restricciones sobre las variables interpretativas. En este sentido, la notación provee un medio mediante el cual un compositor puede tratar de determinar qué es lo que debe ser tocado, cundo y cómo. Una partitura puede ser considerada como un mensaje, con una fuente (el compositor) y un receptor (el o los intérpretes).

Sin embargo, una partitura también funciona como un ente descriptor en un sentido bastante más estricto. Es posible analizar una pieza musical tal como si fuera una representación de la pieza en sí misma. La notación musical provee al analista de una representación fidedigna y lista sobre lo que puede ser escuchado en una pieza musical cuando ésta es interpretada correctamente.

Frente a esta lectura estricta de la notación, es importante tener en cuenta que una partitura es sólo una de las fuentes de información sobre una pieza de música. Otros factores, tales como análisis acústicos, datos psicológicos o perceptuales, documentos históricos, impresiones de los intérpretes, compositores o auditores también proveen al analista de distintas e importantes descripciones de una pieza.

En consecuencia, dado que la música electroacústica no posee ningún tipo de partitura, que no hay en ella ninguna correlación entre una representación gráfica y sonido, el enfoque analítico no puede ser otro que de orden estético/perceptivo/cognitivo. Lo único que puede analizarse, entonces, es el discurso musical; lo que Camilleri llama el texto sonoro [7].

A pesar de esta aparente dificultad del enfoque analítico, al concentrarse el analista solamente en el material sonoro sin ninguna referencia escrita, se evita el riesgo de realizar un análisis basado en un solo aspecto (como, por ejemplo, la relación entre alturas), un proceder que comúnmente no tiene en cuenta lo que los auditores realmente escuchan.


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Rodrigo F. Cádiz   - Centro de Investigación en Tecnologías de Audio, Instituto de Música, Pontificia Universidad Católica de Chile